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¡Corazones consagrados! respuestas para atesorar (i)

  • Foto del escritor: Pobre de la Madre de Dios
    Pobre de la Madre de Dios
  • 5 oct
  • 2 Min. de lectura

"Peregrinos de Esperanza"

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Compartimos el testimonio de dos jóvenes que este año han realizado su Profesión simple
en las Escuelas Pías. Con estas respuestas concretas, nos invitan a conocer su sí a Cristo.


¿Como me preparó el año de noviciado para esta profesión?

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"El año de noviciado me preparó ayudándome a reconocer que todo es gracia, todo es un regalo del Señor. Y que la vida religiosa es, ante todo, una entrega confiada a Dios. Fue un tiempo de profundo aprendizaje en el seguimiento de Cristo al estilo de Calasanz, por medio de la oración, sostenido siempre por la Virgen María y acompañado por el formador y la comunidad escolapia. Allí descubrí que sólo Jesús llena plenamente el corazón y que vale la pena dejarlo todo para seguirlo, para ser totalmente suyo, de la Iglesia y de esta obra de Dios que es la Escuela Pía.


Para concluir, citaré a Juan 17,4 «Yo te he glorificado en la tierra llevando a cabo la tarea que me encomendaste realizar ». Esa fue una de las grandes gracias de mi Noviciado; descubrir que Dios me llamaba a darle gloria en las Escuelas Pías. Viviendo como un obrero en su mies, cooperando en la educación de piedad y letras de los niños y jóvenes, especialmente los más pobres, para el feliz transcurso de su vida."


Hno. Santiago de la Madre de Jesús Sch.P.


¿Qué fue lo que más me costó dejar para dar un sí?

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"Sin lugar a duda, entre las cosas más difíciles que tuve que dejar están: el contacto frecuente con mi familia y amigos, y mi propia gestión del tiempo. El Señor me fue regalando muchas luces en el camino de discernimiento que fueron claves para no renunciar al llamado vocacional.


La primera, fue darme cuenta que todos mis vínculos se volvieron más puros y profundos, a pesar de no tener visitas o juntadas tan asiduamente como antes. Descubrí que, esas veces en las que me reencontraba con mi gente, eran de mucho más valor que antes, y mi testimonio irradiaba con mayor fuerza que nunca lo que siempre había sido uno de mis grandes deseos de vida.


La segunda certeza de parte del Señor que afianzó mi vocación es que mi tiempo no es mío, es de Él. Y Él puede hacerme verdaderamente santo si yo le entrego esa íntima "pertenencia" que todo ser humano ansía poseer: su tiempo.


Seguirá siendo una batalla de toda la vida, pero desde estas claridades logro vivir con mucha alegría la entrega a Dios y darme cuenta cuando tambaleo en el camino, para así volver a dar un sí cada día, confiando que «El que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos, por el Reino de Dios, recibirá mucho más en este mundo; y en el mundo futuro, recibirá la Vida eterna»."



Hno. Lautaro del Corazón de Cristo Sch.P.



Demos gracias a Dios por estas profesiones simple de los votos religiosos
y pidamos que muchos más jóvenes, dejándolo todo, puedan dar su sí a Cristo.


 
 
 

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